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Cucos, Testigos de un pasado no muy lejano

lunes, 13 de diciembre 2010
Cucos, Testigos de un pasado no muy lejano
La localidad de Hoya Gonzalo abanderó un proyecto de recuperación de este bello ejemplo de arquitectura popular en piedra seca, de diversa tipología y tamaño

Diseminados por el monte bajo y las llanuras que rodean a muchos de nuestros pueblos, a modo de testigos mudos de un pasado no demasiado lejano, podemos contemplar unas modestas construcciones populares de dimensiones y tipología diversa, desde pequeñas chozas hasta refugios de varios metros de altura, situados junto a corrales de ganado, son los populares cucos.

Durante los últimos años han sido muchos los ayuntamientos empeñados en preservar y restaurar estas construcciones en piedra seca: Alcadozo, Higueruela o Casas de Juan Núñez por citar algunos, pero nos detendremos en la labor llevada a cabo en la pequeña localidad de Hoya Gonzalo, donde se han rehabilitado y señalizado más de una treintenta, incluso voluntarios de un campo de trabajo del Instituto de la Juventud de Castilla-La Mancha, procedentes de distintas comunidades y de países tan distantes como Paraguay, Italia, Bulgaria o Alemania participaron en los trabajos realizados gracias a la colaboración del Gobierno regional y de la Diputación Provincial en el verano de 2008.

La iniciativa surgió gracias al actual teniente alcalde de la localidad, Manuel Cebrián, y del director del Museo Etnológico de la población, Santiago Núñez, que llevaron a cabo un estudio exhaustivo, pendiente de publicarse.Manuel Cebrián, que estudia Antropolía por la UNED, nos comenta que «buscábamos que la gente conociera nuestro patrimonio y poder ofertar a las personas que nos visitan esta ruta de las construcciones en piedra seca, nuestros famosos cucos, incluso editamos unos folletos para su difusión y ahora con la casa rural municipal y la puesta en marcha del albergue pensamos que puede ser de interés para los visitantes».

En este municipio, de 800 habitantes y enclavado en la comarca Monte Ibérico-Corredor de Almansa, antaño poblado de encinas, pinos y romeros, se conservan bellos ejemplos. Desde el siglo XIX los labradores y ganaderos de estas tierras, en gran medida altas y pedregosas, aprovechaban la piedra sustraída del suelo para construir modestos habitáculos con los que sobrellevar las distintas inclemencias del tiempo y la fatiga del trabajo diario.

Cebrián comenta a La Tribuna de Albacete que «hoy este legado construido a piedra seca, es el patrimonio por excelencia que nuestros antepasados nos han dejado para conocerlo y para que las generaciones venideras comprendan la base sustantiva y emancipativa de una economía rudimentaria que hoy en día sólo nos queda parte de su escenario sin sus artistas».

«La extrema fragilidad de ciertas formas de la cultura tradicional y popular como consecuencia de su pérdida hace necesario ponerse en guardia y recuperar aquellos aspectos de la cultura popular que el progreso y la evolución han dejado a un lado. Pero el problema no se queda ahí, es necesario divulgar esta cultura haciendo hincapié en estas formas de vida que son expresión de la identidad cultural y social de nuestra historia», añade.

El proyecto comenzó a materializarse en el verano de 2008 y el trabajo se apoyaba en recuperar toda la información de tradiciones orales, leyendas, testimonios de vecinos... y se tradujo en el estudio de planos topográficos y catastrales del término

«En primer lugar rastreamos el campo palmo a palmo ya que el terreno así lo requería al existir una superficie ondulada y quebrada del terreno e incluso en ocasiones montes de pinares y mata parda, independientemente de otra zona más llana con menos ondulaciones en la parte sureste del término. Así, día a día, apreciamos en amontonamientos de piedra y majanos grandes núcleos de piedra recogida con máquina en los últimos 25 años, quedando algunas parcelas cercadas por todas estas piedras en todos sus ángulos como si se tratase de un corral».

Una vez enumerados, el trabajo de campo se centró en tomar las mediciones del diámetro, la altura de la cúpula, el grosor de los muros, la circunferencia exterior, el dintel de la puerta, el material (piedra o palos), su cerramiento, la cubierta de algunas chozas y la realización de fotografías desde ángulos diferentes, realizando una detallada catalogación con su correspondiente ficha técnica.

De muy diverso tamaño

«De esta forma completamos en este estudio hasta una cantidad máxima de 30 cucos con una conservación media muy buena, aunque algunos presentaban serio peligro de hundimiento. Sus medidas oscilan entre los 1,75 metros de altura y 7,30 de circunferencia exterior del más pequeño, hasta los 5,40 de altura y 25,30 metros de circunferencia del más grande. En cuanto a las 31 chozas presenta un estado medio de conservación bueno, siendo las medidas y las formas tipológicas diferenciadas de unas a otras, asimismo sus cubiertas presentan unas diferencias que las hay de cerramiento en cúpula redondeada o alargadas de piedra y losas en su mayoría y otras presentan cubiertas de maderos, cañas y losas, pero todas recubiertas de tierra. En algunas existen perforaciones en sus cubiertas por hundimiento, estas 31 chozas tienen unas medidas que oscilan entre los 1,50 metros de altura exterior y 0,90 por 0,80 centímetros de interior de la más pequeña a los 2, 20 metros e altura y 2,70 por 3,10 metros de interior de la más grande», detallaba.Respecto a la fecha y autoría de la construcción, se conocen algunos casos, como el cuco construido en 1954 por Manuel Núñez y Constantino Núñez, así como el construido en el año 1961, construido por los mismos autores o el realizado por Francisco Vera allá por el año 1915. En cuanto a las chozas, nos desvela que la número 14 fue construida por un tal Francisquillo en los años 40 del siglo XIX, y las demás pueden ser más viejas por sus características y ninguna menos de 60 años.

Preguntado por las utilidades que estos cucos y chozas a piedra seca, nos dice que «sirvieron principalmente para albergar de forma temporal y provisional a familias, a sus caballerías y animales en temporadas de las faenas agrícolas como pueden ser la siembra, la escarda, la siega y otras labores relacionadas con la agricultura. Estas eran para las que se encontraban a una distancia mayor de la población, siendo por lógica los habitáculos más grandes. También coincidía con las mismas características otras medianamente más cercanas a la población que también servían para los mismas actividades y para albergar a pastores o gente de otros campos. Por último nos encontramos con otros habitáculos más pequeños y muy cercanos a la población que servían para protegerse de tormentas imprevistas».

Finalmente, Manuel Cebrián desvela que, según comentarios y testimonios orales de las gentes del pueblo, algunas de estas construcciones sirvieron en tiempos del cólera, allá por el año 1885, para que muchas familias se dispersaran al campo ocupando estos habitáculos para así no ser contagiados por esta enfermedad.

«Es urgente tomar medidas para la rehabilitación de estas construcciones ante el peligro de su desaparición, debemos concienciar a aquellas personas que actualmente trabajan en el campo sobre su valor etnológico y continuar el desarrollo del proyecto», finaliza.

Fuente

La Tribuna de Albacete

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